EL ANILLO MÁGICO Y OTROS CUENTOS POPULARES RUSOS, Alexandr Nikoláievich Afanásiev

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ALEXANDR NIKOLÁIEVICH AFANÁSIEV, El anillo mágico y otros cuentos populares rusos, Páginas de Espuma, Madrid, 2004, 274 páginas.

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José Manuel Pedrosa firma un extenso Prólogo (pp. 9-47) con el que permite al lector desmitificar las figuras de Afanásiev y Vladimir Propp, ambos folkoristas de salón. Afanásiev se limitó a utilizar los textos "depositados en la Sociedad Geográfica Rusa; Propp a estudiar la gramática del cuento en estas colecciones que le permitieron desatender los estudios de campo.
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LA ESPOSA TRANSFORMADA EN ANIMAL Y LA BRUJA IMPOSTORA

   Un anciano tenía una hermosa hija, con la que vivía en paz y armonía, has­ta que él se casó con otra mujer. Y ésta era una malvada bruja. No quería a su hijastra, y no paraba de insistir al anciano:
   —¡Échala de casa, no puedo ni verla!
   Al anciano no se le ocurrió otra cosa que casar a su hija con un buen hom­bre. Ella y su esposo vivieron felices y, al poco tiempo, tuvieron un hijo.
   Pero la bruja se enfureció aún más: la envidiaba por su feliz y tranquila vida. En un momento dado, convirtió a su hijastra en un animal llamado Arys, y la envió a un espeso bosque, vistió a su propia hija con las ropas de la hijastra, y la dejó en su lugar.
   Tan astutamente lo hizo todo que ni el marido, ni los vecinos..., nadie reparó en el engaño. Sólo la vieja nodriza se dio cuenta, pero tenía miedo de decirlo.
   Desde aquel mismo día, en cuanto el bebé tenía hambre, la nodriza lo lleva­ba al bosque y cantaba:
      
¡Arys del campo! El pequeño llora,
el pequeño llora: comer y beber desea.

   Arys del campo llegaba corriendo, dejaba su piel bajo un tronco, cogía al niño, le alimentaba, se ponía después la piel nuevamente, e iba al bosque.
   «¿Adónde irá la nodriza con el bebé?», pensó el padre. Se puso a vigilarla. Vio me Arys del campo llegaba corriendo, se quitaba la piel y le daba de comer al pequeñuelo.
   El se acercó cautelosamente, cogió la piel y le prendió fuego.
   —¡Ah, huele a quemado! ¡Mi piel está ardiendo! —dijo Arys.
   —No creo. Debe ser que los leñadores están quemando rastrojo —dijo la nodriza.
   La piel se quemó, Arys recuperó su forma anterior y le contó todo a su espo­so. Enseguida se reunió la gente, cogieron a la bruja y las quemaron a ella y a su hija.

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