LEYENDAS Y CUENTOS VIKINGOS, Edorta González

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EDORTA GONZÁLEZ, Leyendas y cuentos vikingos, Miraguano, Madrid, 1997, 222 páginas.

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En la Introducción (pp. 9-14), González, además de señalar oralidad y afán de credibilidad como características principales de estos relatos, rinde tributo a los eruditos que pusieron su empeño en compilarlos: desde el pionero Árni Magnússon (1663-1730) a los contemporáneos Reidar Th. Christensen y Bengt af Klinberg, sin olvidar a Asbjørnsen y Moe, evidentemente estimulados por el ejemplo de los hermanos Grimm. 
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MEJOR LA PIEL QUE LOS NIÑOS

Islandia

   Se cuenta que hace mucho mucho tiempo había un hombre, soltero o viudo, que tuvo ocasión de bajar hasta la orilla del mar la noche del solsticio de verano, y allí vio a mucha gente tumbada en la arena: todos estaban completamente desnudos y tenían una piel de foca a su lado. Esto dejó perplejo al hombre, quien picado por la curiosidad decidió averiguar qué significaba todo aquello, así que comenzó a correr entre ellos y cogió una piel de foca de las muchas que había. Entonces todos se pusieron rápidamente en pie, se enfundaron sus pieles de foca y se lanzaron al mar, excepto una mujer que no pudo encontrar la suya. Muy triste le pidió, rogándole y suplicándole, que por favor se la devolviese. Pero el hombre en vez de entregársela la invitó a su casa, a lo que la mujer aceptó.
   Una vez hubieron llegado a su hogar, le proporcionó varias ropas y le dijo que se quedara con él, y después de un rato la mujer pareció sentirse más relajada y contenta. Con el tiempo fueron haciéndose más y más amigos y finalmente se casaron. Fueron felices y tuvieron muchos niños. La mujer cuidaba muy bien de la casa y se hizo cargo de las llaves de todas las habitaciones y almacenes, ocupándose de todo con gran eficiencia. Pero había una llave que su marido nunca le confió, y que él siempre mantenía consigo. Esta llave pertenecía a un viejo arcón que estaba en la herrería. La mujer le había preguntado muchas veces qué contenía aquel arcón y él respondía que nada importante, sólo viejos trozos de metal y sus herramientas de herrero.
   Transcurrieron varios años, cuando en cierra ocasión el granjero hubo de ausentarse de la casa por un corto espacio de tiempo. Entonces la mujer comenzó a buscar la llave del baúl con gran ahínco como había hecho otras veces, pero no pudo hallarla en ningún sitio. Cuando salía de la herrería se encontró con su hijo mayor, al que preguntó si alguna vez había visto lo que había dentro del baúl. A lo que el chico le respondió que no. "Tampoco sabes dónde puede estar la llave para abrirlo?", le preguntó. La respuesta fue igualmente negativa, pero añadió: "Padre siempre la lleva consigo cuando está en casa, y la esconde en un agujero en el muro cuando se marcha".
   "Por favor, busca la llave, a ver si la encuentras", dijo la mujer. y así lo hizo, hasta que finalmente la encontró y se la dio a su madre.
   Sin perder un instante, abrió el arcón y ¿qué es lo que se encontró? pues nada menos que su suave piel de foca, e inmediatamente exclamó: "Mejor la piel que los niños. La piel nunca habla, pero un niño sí . La cogió y se fue a la orilla. Se quedó pensando un momento y a continuación dijo:

¡Pobre de mí! ¡pobre de mí!
¡Tengo a siete de los míos en tierra
y a otros siete en el mar!

   Cuando el chico vio a su madre junto al agua con la piel puesta, le rogó y suplicó que no lo hiciera. Pero fue en vano; se ajustó la piel y se lanzó al mar.

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